El punto de encuentro entre la moda y el arte se ha visto plasmado en múltiples ocasiones a través de las colaboraciones entre las propias marcas y los artistas, y es que a través de esa convergencia se abre un discurso tanto para los que se involucran en ese proceso de creación, como para quienes consumen el producto final.
“Encontrarse” en una prenda no es tarea fácil. No se trata de vestir con algo que “nos quede bien”, si no de atrevernos a explorar aquello que nos que mueve algo dentro, y de transmitirlo. Y esa, amigos, no es la única virtud que encontramos en este tipo de colaboraciones, ya que más allá del valor intrínseco de este tipo de piezas, nos convertimos en los emisores, por decirlo de alguna forma, del mensaje del artista, y en eso radica parte de la belleza del arte.
©Fotografía de Carlos Ruizc para Noir Magazine
Hace tiempo colaboramos en un proyecto con Elisa Salas, artista que ha llevado los Caligramas a otro nivel con su propuesta, fusionando esta técnica con el arte digital, así como con su propia poesía, porque bajo sus propias palabras –“si bien el lenguaje puede crear barreras, las imágenes son universales”-.
¿Y dónde esta el reto de cara a la mano que mece la cuna?, es decir, el papel de la sastrería en esta, su máxima esencia. Si algo esta en nuestras manos de cara a aquello que le confeccionamos al cliente, es plasmar parte de su personalidad en lo que desea, y cuando se trata de reflejarlo en una pieza y conectar ambos medios, hacemos de ésta una auténtica obra de arte “portable” con una enorme carga y valor cultural.
Y porque si hay algo que nos inspira, es el imaginario de una artista de la talla de Elisa y el trabajar de la mano en proyectarlo con precisión para que el funcionalismo de nuestras prendas, en conjunto con su mensaje, cumplan también con su objetivo a través de sus propios procesos…